octubre 30, 2025

TRAUMA: CUANDO LA EXPERIENCIA NOS DESBORDA

Acercamiento al concepto «trauma».

Ps. Pablo Sánchez Hofer

El propósito de la siguiente nota es acercar a nuestros lectores al concepto de trauma, una palabra tan usada en nuestra cotidianidad pero que guarda un profundo contenido e implicancias desde la perspectiva de la salud mental.

¿Qué es el trauma? ¿Toda experiencia que nos provoca sufrimiento es un trauma? ¿Cómo podemos reconocer que estamos frente a una experiencia traumática?

La palabra trauma deriva del griego y significa herida. En su sentido original se atribuía a lesiones físicas; en el mundo psíquico, en cambio, se constituye como una herida que la persona traumatizada porta y que ha sido provocada por ciertos acontecimientos que reúnen las condiciones para constituirse en un evento traumático.

Las primeras comprensiones de fenómenos psíquicos ligados al trauma aparecieron con estudios de soldados sobrevivientes de la Primera Guerra Mundial. Freud indagó en la sintomatología presentada por estos combatientes: temblores, parálisis, mutismo y pesadillas recurrentes. Esto abrió un campo de estudio y desarrollo de la teoría del trauma, al que diversos psicoanalistas se sumaron con sus aportes. Así, Sandor Ferenczi, contemporáneo de Freud, dirigió su atención a experiencias familiares de transgresión en la sexualidad infantil. El impacto sobre el sujeto era devastador: el abuso, la traición o la falta de protección por parte de las figuras adultas. Quien debía cuidar y salvaguardar la seguridad e integridad del niño o la niña no lo hacía, fallaba en su función y transgredía el cuerpo que debía protegerse.

Una buena condensación del concepto de trauma es la definición entregada por Laplanche y Pontalis (1993), quienes lo describen como un:

“Acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto de responder a él adecuadamente y el trastorno y los efectos patógenos y duraderos en la organización psíquica”.

Para comprender mejor el trauma, pensemos en la siguiente imagen mental: imaginemos una represa ubicada en lo alto de los cerros que, cada invierno, protege a un pueblo de las inundaciones gracias a una compuerta resistente, preparada para contener una cierta cantidad de agua. Todos los años la represa cumple su función con éxito. Sin embargo, debido a un año extremadamente lluvioso, con fenómenos climáticos imprevistos, tras una fuerte e incesante lluvia de unas cuantas horas, la represa cede en su función: sus muros se rompen y el agua, con extrema fuerza, desciende por los cerros.

Algo similar ocurre en el psiquismo: falla la resistencia de la protección frente al estímulo. Sucede de manera impensada, intempestiva; algo irrumpe en nuestra vida y nos desajusta. En la experiencia traumática existe un común denominador: el acontecimiento no es tolerado por el psiquismo. Cabe señalar que la experiencia es única y cada persona la vivirá de manera distinta. Para algunos, hechos como un choque de trenes, una muerte inesperada o un asalto en la propia casa pueden ser traumáticos, y para otros no. Es el componente subjetivo el que otorga el carácter de traumático a cada experiencia. En este sentido, el escenario es más complejo, por lo cual catalogar como traumáticos ciertos eventos de la vida requiere ser analizado por un profesional de la salud mental.

En el desarrollo de la teoría del trauma, en los años 90 se estableció la categoría de trauma complejo. Este término se refiere a situaciones traumáticas prolongadas y repetidas en el tiempo, como abusos crónicos, tortura, esclavitud, violencia doméstica prolongada, abuso sexual o físico reiterado en la infancia, experiencias de guerra y campañas de genocidio. Son contextos que afectan de manera profunda la organización psíquica, las relaciones interpersonales y la percepción del yo.

Existen síntomas que pueden indicar que estamos frente al padecimiento de lo traumático —también denominado estrés postraumático por la psiquiatría—. Estos síntomas pueden aparecer después de la exposición a un evento, o a una serie de eventos, extremadamente amenazantes u horribles:

  • Reexperimentación del evento: volver a vivirlo a través de recuerdos intrusivos, flashbacks o pesadillas, lo que puede ir acompañado de fuertes sensaciones físicas y emociones como miedo u horror.
  • Evitación de lugares, recuerdos, actividades y personas relacionadas con el evento vivido.
  • Sensación de amenaza constante: estado de alerta, hipervigilancia y sobresalto aumentado, por ejemplo, ante ruidos repentinos.

Estos son algunos de los síntomas más comunes y pueden aparecer inmediatamente o tiempo después del evento. Cabe destacar que no todas las personas los viven de la misma manera, es una experiencia singular y que su presentación puede variar.

Reconocer el trauma no es un signo de debilidad ni una condena: es un llamado de nuestra mente a pedir ayuda. Existen tratamientos que permiten procesar estas experiencias y recuperar el bienestar.

Buscar apoyo profesional es un paso valioso para transformar una herida en un proceso de sanación.

Texto Realizado para la Fundación José Galasso por Ps. Clínico Pablo Sanchez Hofer